Hay fines de semana que piden algo distinto. Sin necesidad de irse demasiado lejos, sin tener que tomar un vuelo ni preparar una valija para una semana entera. A veces, lo único que se necesita es cambiar de ritmo y descubrir que, a unas pocas horas por carretera desde la ciudad, hay paisajes distintos, aromas nuevos y sabores que no suelen formar parte de la rutina.
Para quienes viven en Ciudad de México, ese tipo de escapada existe. No es una playa ni un bosque, aunque los caminos atraviesan zonas verdes, montañas bajas y pueblos donde el tiempo avanza más despacio. Se trata de un recorrido que combina bodegas, queserías, historia rural y rutas manejables que se disfrutan tanto como el destino.
El viaje empieza cuando se enciende el motor
Salir desde Ciudad de México hacia el corazón vitivinícola de Querétaro es sencillo. Basta con tomar la autopista México–Querétaro (57D), una de las más transitadas del país pero también una de las más fluidas en fines de semana largos si se sale temprano. El primer tramo hacia Tequisquiapan, una de las paradas clave del circuito, demanda entre 2 horas y media y 3 horas en auto, dependiendo del tráfico.
Ese tiempo se vuelve parte del plan: el trayecto se hace ameno, con vistas al semidesierto, zonas de transición ecológica y paradas opcionales para quienes quieren desayunar en el camino o detenerse a explorar algún mercado local antes de llegar a destino.
Este tipo de experiencia se disfruta mucho más cuando hay libertad de movimiento. Por eso, muchas personas optan por alquilar un vehículo que les permita viajar cómodos, sin atarse a horarios. Entre las opciones disponibles, Hertz México ofrece alternativas que se ajustan bien a este tipo de plan: desde modelos pequeños para parejas hasta camionetas más amplias para grupos o familias.
Viñedos que cuentan su historia en cada copa
Al llegar a Tequisquiapan, el paisaje empieza a cambiar. Las fachadas de los edificios se vuelven más bajas, los colores más suaves y las calles invitan a caminar sin prisa. Pero el verdadero atractivo está en sus alrededores: una red de viñedos que han transformado esta región en uno de los polos enológicos más destacados de todo México.
La ruta del vino y el queso incluye varias paradas, cada una con su estilo. Viñedos como La Redonda, Freixenet o Viñedos Azteca ofrecen visitas guiadas, catas comentadas y recorridos por los procesos de producción. La particularidad de esta región es su altitud: a más de 1800 metros sobre el nivel del mar, los vinos adquieren notas y características únicas, distintas a las que uno esperaría de otras zonas del país.
Moverse en auto por esta zona no solo es cómodo, sino necesario. Las distancias entre los viñedos oscilan entre 10 y 30 kilómetros, y muchas veces los mejores lugares para detenerse no están señalizados con claridad. Tener un vehículo permite armar el propio itinerario y aprovechar mejor el tiempo. Además, la mayoría de las bodegas cuentan con estacionamiento amplio y están acostumbradas a recibir visitantes de fin de semana.
Entre queserías y paisajes rurales
Pero el vino no viene solo. Parte del encanto de esta ruta está en los quesos artesanales que se producen en la región, aprovechando tanto técnicas europeas como tradiciones locales. Fincas como La Mexicana Olé, La Biquette o VAI abren sus puertas para mostrar cómo se elabora el queso de cabra, de vaca o de oveja, y ofrecen degustaciones en espacios rodeados de naturaleza.
Algunos de estos lugares incluso permiten hacer pequeños picnics con los productos que uno compra ahí mismo: pan recién horneado, quesos curados o untables, uvas, frutos secos y, claro, alguna botella del viñedo más cercano. Todo a menos de media hora en auto desde Tequisquiapan.
La combinación de manejos cortos y paradas gastronómicas convierte a esta escapada en una propuesta ideal para quienes quieren desconectar sin complicarse. No se necesita más que buen apetito, ganas de probar y tiempo para dejarse llevar por el aroma a campo y a fermentos naturales.
Planear el fin de semana con libertad de movimiento
Uno de los aspectos más valorados por quienes hacen esta ruta es la posibilidad de adaptarla según el tiempo disponible. No hay un solo circuito ni una única manera de recorrerlo. Algunos viajeros deciden hacer base en Tequisquiapan y salir desde allí a distintas bodegas y ranchos. Otros prefieren pasar una noche en Bernal o incluso en alguna hacienda en medio de los viñedos.
Para quienes vienen desde la capital sin auto propio, la renta de autos CDMX permite evitar traslados complicados y, al mismo tiempo, moverse con total independencia una vez en la zona.
La carretera, en buen estado y señalizada, hace que conducir sea sencillo incluso para quienes no están acostumbrados a salir de la ciudad. Además, los mapas actuales y las recomendaciones online de otros visitantes hacen que sea fácil encontrar rutas escénicas, atajos útiles y nuevos sitios para probar.
Un fin de semana que no se parece a ningún otro
Hay algo en la atmósfera de estos pueblos que modifica el ritmo con que se vive el día. Tal vez sea la mezcla entre lo rural y lo gourmet, entre lo antiguo y lo renovado, o la manera en que todo parece haber sido dispuesto para disfrutarse con calma. Las plazas centrales invitan a sentarse sin mirar el reloj. Los mercados de artesanías, a explorar sin buscar nada. Y las vistas al atardecer, a frenar el auto a mitad de camino solo para observar.
A veces hace falta muy poco para cambiar de aire. Una carretera conocida, una playlist bien elegida y una idea diferente para armar el plan. La ruta del vino y el queso desde Ciudad de México no requiere más que eso: predisposición a moverse, a probar, a dejarse llevar por caminos secundarios donde lo rural se encuentra con lo gourmet y el tiempo se estira entre catas, charlas y paisajes.








