Hay muchas opiniones encontradas. Algunos sostienen que la guerra económica es un mito, mientras que otros aseguran que es más real que nunca. Las grandes organizaciones mundiales (tecnológicas, farmacéuticas, eléctricas, entre otros) luchan por sus propios intereses en contra del Estado, quién se supone defiende el interés general.
Muchos luchan por encontrar el equilibrio entre la libertad económica y compromiso social que garantizan las constituciones. La sociedad, teóricamente defendida por el Estado, posee precarias herramientas de defensa: las protestas civiles.
Luchan contra la desprotección de los empleados, los falsos autónomos, la incrementación de aranceles, la debida regulación a las empresas e implantación de un sistema de impuesto equitativo. La historia de nunca acabar, los ricos más enriquecidos durante la crisis sanitaria, mientras que los pobres continúan sumidos en la precariedad.
¿Por qué surge esta guerra económica?
Muchos expertos en la materia entre ellos economistas con premios Nobel, denuncian la guerra entre el interés general que defiende el Estado y las grandes organizaciones. Sostienen que hay que obligar a los gigantes tecnológicos a que hagan al menos tres cosas necesarias: Primero que paguen impuestos. Segundo que acepten alguna forma de regulación que fomenten el compromiso social y tercero que compitan de manera justa.
Según Daron Acemoglu profesor de economía del MIT (Instituto tecnológico de Massachusetts), los colosos tecnológicos poseen un desmedido control sobre el flujo de información. Impactan en la soberanía del consumidor e incluso influyen en la participación ciudadana en la política. Sostiene que este nivel de poder excesivo representa un peligro a la sociedad civil y por ende se deben tomar acciones inmediatas para poder contrarrestarla.
Los analistas afirman que las corporaciones tecnológicas están devorando al mundo y consideran que los organismos públicos no han impedido la acumulación de poder excesivo de las grandes compañías. Se habla de la defensa no sólo de la competencia justa sino también del poder político. Sostienen que los estados deben legislar a favor de normas que impidan a los conglomerados acceder a datos sensibles que podrían ser manipulados en el interés de dichas empresas.
La nueva guerra del monopolio
Igual que sucede con los monopolios clásicos que ahogan a la competencia, los nuevos gigantes económicos siguen el mismo proceder. Sin embargo, un punto a su favor es que muchos de sus servicios son gratis, algo que nunca había ocurrido con los monopolios tradicionales. No obstante, la gran cantidad de datos personales que poseen y su capacidad de venderlos los convierten en monopolios frente a otras compañías.
Otra práctica monopólica es que dichas empresas tratan de influir en las leyes del país. Expertos sostienen que si no se les detiene ahora será imposible pararlos en el futuro, una vez que se hayan extendido a otras áreas económicas. La guerra económica entre la libertad económica y el bienestar común continúa.